Ley de lemas: ¿La peor opción o una buena jugada política?

La ley de lemas permite el “milagro” electoral y político de ayudar con el voto a ganar a un candidato que no votamos: elijo a Juan pero mi voto contribuye a hacer ganar a Pedro (adversario de Juan). Lo que lleva a la dramática pregunta del atribulado elector: ¿a quién elijo? O más aún: ¿elijo realmente al candidato que elijo? Pos y contras de un sistema polémico
Esto es así porque cuando el elector vota lo hace a la vez y en un mismo acto, por un frente o partido (lema) y por una lista (sublema) dentro del mismo. A la hora del escrutinio se suman los votos de cada sublema y gana el lema que tiene más votos, aún cuando el candidato triunfante no sea el que más sufragios obtuvo. De allí que se denomine al sistema de “doble voto acumulativo y simultáneo”. Dicho de otro modo: el ganador no es el candidato más votado sino el candidato más votado del lema más votado.
El “fenómeno” electoral que produce no es una elucubración teórica: en mi provincia, Santa Fe, impidió que Horacio Usandizaga (UCR) en 1991 y Hermes Binner (PS) en 2003 llegaran a ser gobernadores pese a que fueron individualmente los más votados en las urnas. Este efecto produce confusión, trastocamiento de la voluntad popular y desconfianza en el proceso electoral.
La ley de lemas tampoco evita el “internismo partidario” ni las llamadas “listas sábana”. Ocurre lo contrario: se potencializan las listas en cada sublema siendo evidente el esfuerzo de muchos candidatos para explicar quiénes son, a qué sublema pertenecen y a qué lema tributaran. Por ello suele decirse que “el voto es tan secreto que ni el propio votante sabe por quien vota…”
El sistema tampoco minimiza el costo de las campañas electorales, al contrario, permite la aparición de un verdadero “mercado persa de candidaturas” que solo exige aportes económicos y publicidad para que la sociedad por lo menos los conozca, vaciando de contenido político a las disputas electorales. Este sistema además produjo en Santa Fe un desplazamiento de la representación de las mujeres en las listas, impidiendo respetar la por entonces vigente ley de “cupo femenino”: las mujeres eran postergadas sistemáticamente en cada sublema.
La ley de lemas produce una agudización de la percepción negativa de la política y, lejos de perfeccionar el régimen representativo, es visualizado como el escenario propicio para las transacciones entre élites al margen del ciudadano. Pretender volver a implantar la ley de lemas es una clara regresión. Un retorno a los ’90.
Una buena medida, sería implementar la boleta única de papel, utilizadas en Santa Fe y Córdoba desde 2011 con reconocido éxito. Además de todas las ventajas que de por sí tiene, este escenario permitiría, por un lado, ahorrar recursos, y por otro, lo más importante, preservar la salud tanto de electores como de quienes tienen a su cargo las tareas comiciales.
El desafío es claro. Primero, asegurar la realización de las elecciones sin modificar las reglas electorales y sin inventos “de ocasión” (como la ley de lemas). Segundo: proteger la salud de la población y garantizar el derecho al sufragio, la calidad, integridad y transparencia de las elecciones. Debemos evitar que la democracia sea una víctima más de la pandemia.
Quienes defienden este sistema, sostienen que permite la participación democrática de los ciudadanos ya que es amplia la intervención en las diferentes candidaturas. En el caso de San Luis, donde se implementa por primera vez este sistema, hay más de 3500 candidatos en toda la provincia. Dando lugar a la participación de diferentes actores sociales como comerciantes, personal de salud, educación y habitantes que por primera vez participarán de la actividad política.